Presidente Boric en la Enade 2023
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El Encuentro Nacional de la Empresa del año pasado recibió a un por entonces Presidente electo en medio de un clima de gran incertidumbre sobre lo que sería la gestión de su gobierno -que se anticipaba constituido mayormente por figuras jóvenes y sin experiencia en el Ejecutivo, como efectivamente ocurrió- y de las reformas que se proponía impulsar. Fue un evento con muy escasa asistencia, en el cual pesaba también fuertemente la controvertida evolución del proceso constitucional y la actitud del nuevo Ejecutivo al respecto, y que aún debió celebrarse con aforos y mascarillas debido a la pandemia del Covid-19, todavía no plenamente superada.
La Enade 2023 recibió ayer al Presidente Boric en un escenario muy distinto, pero no menos complejo. Sin mascarillas ni aforos, y con una nutrida convocatoria que combinó a figuras connotadas del mundo empresarial y político -incluyendo a buena parte del gabinete-, el mandatario se presentó con un año de gobierno y varios ajustes ministeriales a sus espaldas (algunos de primera línea, como Interior, Justicia, Cancillería y dos veces la Segpres), un primer proceso constitucional fallido y un segundo en curso (muy distinto en el fondo y la forma), con una emblemática reforma tributaria rechazada en la Cámara y persistentes dudas sobre la viabilidad y conveniencia de otras, como pensiones, salud o royalty minero.
Es de esperar que La Moneda se abra a cambios reales en su agenda económica, que se echaron en falta en el discurso presidencial de ayer.
Por sobre todo ello se cernía una preocupación que el año pasado ya se vislumbraba, pero con mucha menos intensidad: la crisis de inseguridad, que todas las encuestas registran como la primera prioridad que debe asumir el Estado en estos momentos, dado el explosivo aumento de la violencia delictual.
El Presidente Boric se presentó en el foro empresarial usando un tono conciliador, e incluso, humilde, con reiterados comentarios a la necesidad -de parte de su gobierno y de él personalmente- de aprender de los errores y de no sentirse dueños de la verdad en ningún momento. Se refirió numerosas veces a la importancia, y a su compromiso, de avanzar en los cambios a través del diálogo franco, de la construcción de confianzas y de la disposición de todas las partes a ser flexibles en sus posturas, y eventualmente a ceder en aras de un bien superior.
En su discurso -que sucedió a un crudo diagnóstico del timonel de la CPC en materia de delincuencia, inversión, empleo, productividad y dudas sobre la seguridad jurídica en varios ámbitos- el Mandatario coincidió en la importancia de gran parte de estos problemas. Particularmente en materia de seguridad fue muy enfático en afirmar que la delincuencia es una amenaza de primer orden a la cual se comprometió a enfrentar con más recursos, tanto económicos como legislativos, empezando por el impulso a la agenda de 31 proyectos de ley acordada con el Congreso en esta materia.
Con todo, pese al tono en general convocante y a los llamados al diálogo, el Presidente no dio señales de abrirse a cambios en las materias clave que preocupan a los actores económicos. Mantuvo su perspectiva crítica del modelo de desarrollo, al igual que una lógica en la cual quienes se oponen a los proyectos de su Gobierno -como el Consejo Minero a propósito del royalty- miran su propio interés y no el del país. Su énfasis en los diálogos para alcanzar un nuevo pacto fiscal -tras el rechazo de su primer proyecto- pasó por alto que estos duraron menos de tres semanas, un lapso a todas luces insuficiente para construir consensos en torno a una materia tan compleja y controvertida. Sus menciones a la oposición como factor que dificulta los acuerdos omitieron que el oficialismo ha distado de entregar un apoyo unánime a la agenda gubernamental.
Así, afirmaciones que en el discurso se valoran, como el necesario impulso a la inversión, por ejemplo, hasta ahora no tienen un claro correlato en medidas concretas que atraigan inversionistas y les den certezas; el reconocimiento de errores cometidos no es sinónimo de enmendarlos; y coincidir en la enumeración de problemas (en salud, educación, pensiones, etc.) no equivale a solucionarlos.
Por último, aseverar que “hemos evitado la crisis económica que muchos anunciaban” resulta prematuro. Si bien algunas proyecciones recientes de crecimiento e inflación son menos negativas de lo que se esperaba hace unos meses, ellas no permiten dar por superado un mal escenario económico. Este, de hecho, bien podría empeorar este año a raíz de ajustes en materia de consumo y empleo que siguen pendientes. Como han señalado algunos analistas en esta página, el Gobierno puede estar sobreestimando la “resiliencia” de la economía chilena.
De ser así, ello sería un motivo adicional para esperar que La Moneda se abra a cambios reales en su agenda económica, que se echaron en falta en el discurso presidencial de ayer.